miércoles, 4 de febrero de 2009

La leyenda del hombre árbol.(IV)

Las campanas empezaron a repiquetear en la atalaya del norte, esta vez ninguno tuvo duda de que el sonido era real. En pocos segundos Uri vio como su padre saltaba a la calle con su hacha de doble filo sujeta por su mano izquierda y el cuerno de las llamadas en la derecha, la calle se lo engulló de golpe y en cuestión de minutos solo se escuchaban los pasos de los hombres camino de la gran plaza. Las mujeres y niños salían a las puertas de las casas pero al no poder ver nada con la espesa niebla apenas se enteraban de lo que ocurría, pero las campanas no cesaban en su cántico, algo atroz tenía que estar pasando y Uri sintió como un latigazo golpeaba en su interior, Torgas estaba de guardia en la atalaya del norte, esta misma mañana había partido acompañado de Xurxo y Santos, ¡Oh nooo! El grito de Uri hizo que su madre se asustase,-¿qué pasa hija?- Mamá, Torgas está en la atalaya del norte junto con Santos y ya sabes que….. La muchacha se puso a llorar con desesperación, sabía que el viejo y Torgas tenían una cuenta pendiente y quizás…..-Hija mía no llores, verás como seguro no le ha pasado nada malo a Torgas- Pero esas palabras ya no le servían de consuelo a Uri ni a su madre, jamás la llamada de las campanas habían sonado con tanta desesperación. En pocos minutos las teas encendidas de los hombres se veían en fila dibujando una serpiente de fuego camino a socorrer a quienes llamaban pidiendo auxilio, a las mujeres solo les quedaba esperar, esperar y rezar…….

La leyenda del hombre árbol. (III)

Torgas no estaba del todo convencido de que dormir en lo más alto de la litera no supusiese ningún peligro, sentía el miedo en el cuerpo solo de pensar qué pasaría si en uno de sus sueños alterados su cuerpo voltease y fuese a parar al suelo, pero él era el más joven de los tres hombres pájaro que habían entrado de guardia ese día en la atalaya del norte y las leyes lo dejaban claro, el más viejo ejercía el mando y el más viejo ahora mismo resultaba ser la persona que más odio sentía hacia él y seguro que haría todo lo posible para que la semana se le hiciese larga. El otro hombre que los acompañaba era Xurxo, gran amigo de su padre y que tendría unos cuarenta y cinco años, él ocuparía la plaza de en medio, y la de abajo, como no, ya se la había adjudicado Santos, su peor pesadilla. En vista del panorama desechó rápidamente la idea de acomodarse en el suelo y se encomendó a los dioses, no era cuestión de darle motivos al viejo para iniciar una bronca. A pesar de que la niebla no dejaba ver nada a dos palmos de distancia, salió del recinto y guiándose por su memoria se encaminó hacia un cobertizo anexo en donde se supone encontraría leña para encender el fuego, todo parecía estar en orden y cada cosa en su sitio, menos claro está, la luz del sol que no aparecía por ningún lado, lo que le hizo recordar que no sabía el por qué los habían mandado a hacer guardia si pasase lo que pasase por delante de ellos no lo verían. Recogió de un montón de leña varios troncos al azar y se encaminó de vuelta, pensó por un momento en Uri y se preguntó que estaría haciendo ahora, seguro que estará preparando su vestimenta para la noche de las siete lunas, ¡pero qué carajo! a este ritmo, si la niebla no se evaporaba o los hombres magos no hacen nada, este año no habrá noche de siete lunas ni ninguna otra, la comida escaseaba y todos intuían que más pronto que tarde de no mejorar la situación tendrían que irse a otro lugar, pero ¿a dónde? Procuró disipar sus temores antes de entrar, no quería que Santos intuyese su angustia, el viejo sabría cómo sacar provecho de la situación, era un cabrón de cuidado. Entró y se sorprendió del silencio que reinaba, pensó que los otros dos estarían acostados, ya que sin luz y sin nada que hacer lo mejor era eso, no hacer nada, colocó los troncos en la chimenea y con el pedernal se dispuso para encender el fuego, por lo menos tendremos algo de luz y estaremos calientes pensó, ya que aquí, a diferencia del pueblo los rayos solares no llegan nunca y parece la noche eterna, en pocos segundos una llamita dibujó algo de luz en la estancia, en pocos minutos los troncos arderían con vigor y se verían las caras los unos a los otros, quiso entonces apagar el fuego para no tener que cruzar la mirada con Santos pero desechó la idea al instante por absurda, además, Xurxo era buena persona y seguro que de buen grado le daría algo de conversación, se giró convencido de que el fuego ya no se apagaría y de que sus acompañantes estaban a su espalda en la litera, iría a por la cafetera y prepararía café, cuando de repente se dio cuenta, sus compañeros no estaban allí adentro, un escalofrío de terror recorrió de abajo a arriba todo su cuerpo, en un instante supo que algo pasaba, en el suelo un gran charco de sangre empezaba a brillar a la luz del fuego…..

La leyenda del hombre árbol ( II )

los instantes siguientes transcurrieron lentamente, parecía que la puerta se negaba a ser abierta del todo, como queriendo proteger la casa de un mal existente al que negaba el paso. Los cuatro pares de ojos estaban tan absortos en la contemplación de la entrada que se podría decir que sufrían de un estado de hipnosis, fueron los ladridos de los perros del vecino lo que les despertó súbitamente de ese instante que parecía un sueño, en la calle no había nadie, pero todos estaban seguros de haber oído los golpes,- esta maldita niebla nos va a volver locos de remate- dijo el padre de Uri mientras cerraba otra vez la puerta, ella no entendía nada, estaba segura de que alguien o algo había golpeado en la puerta, las cosas cada día se estaban volviendo más extrañas y eso la devolvió a los pensamientos anteriores, haciendo que una ansiedad desconocida recorriese su mente, intuía que ese no sería su año, pero la voz de su madre la despertó de toda ensoñación, había tareas que hacer en la cocina de donde ya salía un olor dulzón a pan de mora, su dulce favorito, eso por lo menos mitigaba la sensación de asco que le provocaba la niebla y su desagradable olor a descomposición.