miércoles, 21 de enero de 2009

La leyenda del hombre árbol

Aquella era una niebla espesa, viscosa y mal oliente, el aliento del mismo diablo y al diablo debería de irse pues no daba tregua desde que tres meses atrás se presentara súbitamente como agorera del mal. Día y noche, noche y día su presencia era ya más que un severo problema para el pueblo, los hombres no podían salir a faenar, las calles permanecían vacías , la alegría se había evaporado y la escasez de alimentos estaba provocando ya tensiones inevitables, Uri sabía que de no arreglarse aquella terrible situación se perdería algo más que su puesta de largo en la noche de las siete olas, su padre no podría presentarla como virgen a las mareas del verano y Torgas se cansaría de esperarla, la noche que toda joven anhela, la de su iniciación pasaría de largo y tendría que transcurrir otro año para ser presentada, eso a Uri solo de pensarlo hacía que se le estremeciese el alma, se sentía preparada, deseaba más que nada en el mundo que esa noche llegara y que todos la vieran del brazo de su padre, que Torgas la mirara ya como a una mujer y se consumase su unión, realmente lo deseaba. En esas estaba pensando Uri cuando llamaron a la puerta de su casa, era temprano y los golpes sonaron como un trueno en noche de tormenta, quiso llegar la primera a la puerta para ver quién era, pero su padre que estaba a medio camino se le adelantó, su madre salió de la cocina con cara medio de sorpresa medio de expectación, ¿Quién podría ser a esas horas? El padre abrió despacio mientras Breogan, el pequeño de la casa aparecía por las escaleras con expresión de fastidio, todos pusieron sus ojos en la entrada mientras la puerta al abrirse iba dejando entrar una tenue luz grisácea y un olor fuerte a putrefacción, los instantes siguientes transcurrieron lentamente, parecía que la puerta se negaba a ser abierta del todo, como queriendo proteger la casa de un mal existente al que negaba el paso. Los cuatro pares de ojos estaban tan absortos en la contemplación de la entrada que se podría decir que sufrían de un estado de hipnosis, fueron los ladridos de los perros del vecino lo que les despertó súbitamente de ese instante que parecía un sueño, en la calle no había nadie, pero todos estaban seguros de haber oído los golpes,- esta maldita niebla nos va a volver locos de remate- dijo el padre de Uri mientras cerraba otra vez la puerta, ella no entendía nada, estaba segura de que alguien o algo había golpeado en la puerta, las cosas cada día se estaban volviendo más extrañas y eso la devolvió a los pensamientos anteriores, haciendo que una ansiedad desconocida recorriese su mente, intuía que ese no sería su año, pero la voz de su madre la despertó de toda ensoñación, había tareas que hacer en la cocina de donde ya salía un olor dulzón a pan de mora, su dulce favorito, eso por lo menos mitigaba la sensación de asco que le provocaba la niebla y su desagradable olor a descomposición.

1 comentario:

  1. ¡Vaya! No me había fijado que tenías más blogs (eso me pasa por irme siempre al primero que veo de todos, jaja). Es muy bueno, sigue publicando. Me ha resultado gratificante leer este relato lleno de sueños, niebla y situaciones de lo más inquietantes.

    Un abrazo.

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